Kai Konrad, uno de los principales asesores del Ministerio de Finanzas de Alemania, el Estado europeo que presume de bonanza económica pese al aumento de la pobreza, los minijobs y la deficiente calidad de vida (en general) de sus pensionados, opina que la moneda que, por ejemplo, en España, fue impuesta sin consulta popular ni nada, tiene los días o, mejor dicho, los años contados, probablemente cinco.
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«Estoy muy preocupado por las futuras perspectivas económicas de Europa. Pero no del euro. Creo que las posibilidades de que la moneda única europea sobreviva son bastante limitadas», comenta Kai Konrad en una entrevista con el diario ‘Die Welt’. El asesor también advierte de los riesgos asociados al aumento de la carga de deuda de los distintos países de la UE.
«En mi opinión, un país debe tener la libertad de aumentar su carga de deuda. Sin embargo, también debe ser plenamente responsables de sus acciones. Ningún país del mundo puede obtener deuda infinita y, por lo tanto, tener la plena confianza de que los inversores no van a perder la confianza en su solvencia. Creo que un país debe tratar de tener la menor deuda posible, lo que conviene a sus intereses. Las restricciones sobre los niveles máximos de la carga de deuda pueden variar dependiendo de varios factores, en particular, la tasa de crecimiento económico y el crecimiento demográfico en el país”, destacó.
En general, esta evaluación pesimista de las perspectivas de la moneda única europea contradice a las declaraciones de los altos cargos del país. Así, la canciller alemana Angela Merkel ha señalado en reiteradas ocasiones que una Europa unida necesita a la moneda común.
En su discurso ante el Bundestag en 2011 dijo: «No se puede dar ninguna garantía de que los próximos 50 años para Europa serán una época de paz y prosperidad […] Pero una cosa es cierta: si el euro dejar de existir, Europa también se romperá en pedazos».
Estaría la mar de bien que la Europa no solidaria, antiobrera, plutocrática, predadora y ultrarreaccionaria se fuera cuanto antes al carajo. Y que de sus cenizas se hiciera surgir un modelo de organización supranacional en las líneas del ALBA, la CELAC y la UNASUR. Porque necesitamos una Europa de los trabajadores y los pueblos, no otra superestructura jurídico-política en beneficio exclusivo de la burguesía oligárquica hoy dominante.
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