Nunca renunciaré a mis ideas. Tampoco a expresarlas, aunque para ello no recurra siempre a la blogosfera. Jamás quise imponer mis opiniones a nadie, con mi bitácora lo único que yo quería era denunciar la mentira, la injusticia y la crueldad.

En el último trimestre he visto cómo me han expulsado veladamente de sitios en que colaboraba, he visto que han suprimido comentarios míos en webs de las que incluso era seguidor. He comprobado que la derecha mediática tiene en un amplio sector de la izquierda respaldo más que suficiente para dañar y destruir pueblos enteros en nombre de valores que no se los creen ni los que tanto predican acerca de los mismos.

El mundo está a merced de los deseos, las veleidades y la ambición desmedida de un Imperio con muchos tentáculos y ramificaciones. Reina la somnolencia general, el indiferentismo y la ignorancia supina. La sensibilidad por lo que otros padecen y la solidaridad colectiva están encarceladas en una visión de la realidad que es tan deforme como las imágenes en las casas de los espejos.

Me siento un fracasado, un  frustrado, un grito ronco en el desierto. Ni he sido el primer bloguero contrainformativo, ni seré el último. Pero no puedo seguir con una ciberrevolución que no aporta nada y nada contribuye a cambiar estructuralmente las cosas. La auténtica lucha se hace en otros espacios. Humildemente creo que estos tiempos son malos para el poder de las palabras, porque la razón se ahoga en un mar de crímenes que sólo se escuchan a sí mismos y se cierran en banda a prestar atención a las conciencias.

En una de las más recientes entradas de la militante de Izquierda Unida con el nickname de Ciberculturalia (ciberculturalia.blogspot.com) leo lo siguiente, dedicado a mi persona:

No me gusta su forma de actuar, sin respeto a nadie, con una prepotencia intolerable de creerse que está en posesión de la verdad y que sólo su punto de vista es el correcto. Me asombra que haya personas como usted que nunca tienen dudas de sí mismos y sin embargo mira con lupa a los demás a los que se dedica a criticar sin ninguna consideración.
Ya tiene su propia bitácora en la que se dedica a insultar a quien le molesta.


La Imprenta de Far no nació para censurar o rechazar con descalificaciones e injurias pensamientos incluso diametralmente opuestos a los de su autor. Veo que se me ha puesto verde por diferenciar rigor analítico informativo con las conclusiones a las que pueda llegar cada cual después de conocer los hechos tal como éstos son. No podré aceptar jamás que sujeto y objeto se confundan maliciosamente, menos aún cuando la manipulación busca matar a los mensajeros honestos para que los farsantes parezcan los más honrados demócratas civilizados que las gentes puedan encontrarse a lo largo de sus vidas.

Por eso repito que diga lo que diga, me equivoque o no, rectifique o no, hay mucha resistencia generalizada al debate, a derribar dogmas y a revisar lo que se daba por cierto sin serlo en realidad. No pienso seguir tragándome más sapos. Lamento haber perdido la batalla verbal. Otros/as continuarán haciendo lo que legítimamente crean que deben hacer, con los medios que ellos/as consideren más eficaces.

Agradezco de todo corazón a mis seguidores, lectores y comentaristas por haber dado luz y color a las sombras que el contenido de mi página reflejaba. A todxs ellxs les deseo lo mejor y, sobre todo, mucha suerte. De la buena, por supuesto.

HASTA SIEMPRE. O HASTA PRONTO.