El cetro pesa cual vara de acero,
y se hace serpiente cuando roza suelos;
con veneno riega el largo sendero
que no conduce a puertas de los cielos.
Del trono se levanta rostro fiero
que de las gentes libres tiene celos;
sabe que el odio por ser el «Primero»
rompe algunos de sus grandes anhelos.
Estandartes de gloria que pierden brillo
se estrellan ya forzados por el paso
decidido de un golpe de martillo.
A tiara oxidada no le hace caso
la frágil estructura de un castillo
más que harto de albergar al Gran Payaso.
Rafael con qué maestría te expresas en tus sonetos, te admiro por elllo, y aca me tenés felicitándote, a las coronas amigas de las tiaras les queda poco tiempo, demasiada vergüenza han pasado adornando cabezas fatuas, creyendo que con su ayuda podían elevarse sobre las masas, y lo hicieron hasta que el murmullo de los martillos se fue elevando. Es la hora que los martillos se impongan sobre los cetros.-
Gracias escarlata, salú al gran poeta andalú.-
Mirta Li/Argentina
¡Gracias, Mirta! ¡Salú a mi gran lectora argentina!
Empujadas o caídas… esperemos que pronto dejen de albergar a ningún otro payaso.
Un abrazo.
Mercedes.
Un abrazo cumpleañero mío a ti, Mercedes. Gracias por el regalo de tu comentario.