Revolucion_de_los_claveles

La linfa es carmesí o es nívea.

O es oscuro el tacón del militar que riega al pueblo

con silencio de eléctrica borrasca de fusiles.

 

La ibérica nariz que olfatea al levantado antifascista,

en madrugada de aromas libertarios y gloriosos,

golpea al Levante enclaustrado en su vergüenza,

vidente con temor furioso de desenlaces de largas noches.

 

Reinauguró la voz de Viriato el himno de los zagales que no quieren ser ovinos.

Península de muerte, con vidas arruinadas por manchas indelebles de los uniformes,

¿cuándo decidiste extender la fragancia del fragor de una batalla de augurios?

De ilusión también se vive, de cornetas convertidas en corolas de suertes.

 

La morena marcha de los hombres de camisas encarnadas,

con sus manos entrañables y pláticas con rojas damas,

hace del mar la gran barca que deja en tierra el escudo izquierdo de clamores.

 

¿Dónde quedaron los sones que reivindican el acero resistente contra patrones?

¿Volvimos al comienzo de un limbo que os dejó entre estertores de decepción?

¿Por qué regresaría la tarde bochornosa donde oficinas mancillaron limpios aires lusitanos?

 

Cariofiláceas pancartas se embarran en plena Europa,

en ese río corrupto de salida imprecisa hacia la fosa en que, perdida,

precipítase sin ojos la reliquia de un fado con sus notas malheridas.